lunes, 18 de marzo de 2013

Vocabulario Espirita Allan Kardek. Letra S


S

SATÁN, SATANÁS  (Satan)  [del hebreo  chaitân:
adversario, enemigo de Dios]. El jefe de los demonios.
Este vocablo es sinónimo de diablo, con la diferencia de
que este último término pertenece más que el primero al
lenguaje familiar. Además, de acuerdo con la idea
vinculada a esta palabra, Satán es un ser único: el genio
del mal, el rival de Dios; diablo es un término más
genérico que se aplica a todos los demonios. Solamente
hay un Satanás, mientras que hay diversos diablos.
Según la Doctrina Espírita, de ningún modo Satanás es
un ser distinto, porque Dios no tiene rival que pueda
luchar con Él de potencia a potencia. Satán es la
personificación alegórica del mal y de todos los
Espíritus malos. (Véanse  Diablo  [Diable],  Demonio
[Démon].)

SEMATOLOGÍA (sématologie) [del griego sema, semato:
signo, y logos: discurso]. Transmisión del pensamiento
de los Espíritus por medio de signos, tales como la
producción de golpes y ruidos, el movimiento de
objetos, etc. (Véase Tiptología [Typtologie].)

SERAFÍN (séraphin). Véase Ángel (Ange).

SIBILAS (sibylles) [del griego eólico sios: usado en vez de
théos: Dios, y de  léoulî: consejo, consejo divino].
Profetisas que pronunciaban oráculos y a quienes los
Antiguos creían inspiradas por la Divinidad. Al dejar a
un lado el charlatanismo y la aparatosidad con que las
rodeaban aquellos que las explotaban, se reconocen en
las sibilas y en las pitonisas todas las facultades de los
sonámbulos, de los extáticos y de ciertos médiums.

SÍLFIDES, SILFOS  (sylphes, sylphides). Según la
mitología de la Edad Media, los silfos eran los genios
del aire, así como los gnomos eran los de la tierra y las
ondinas los de las aguas. Se los representaba bajo una
forma humana semivaporosa, con rasgos graciosos; las
alas transparentes eran el emblema de la rapidez con la cual recorrían los espacios. Se les atribuía el poder de
volverse visibles e invisibles según su voluntad; su
carácter era dulce y afable. A. Martin expresa: «No
dudéis de la multitud de silfos ligeros que tenéis a
vuestras órdenes; continuamente ocupados en recoger
vuestros pensamientos, apenas pronunciáis una palabra
se apoderan de ella y van a repetirla en torno de
vosotros. Su celeridad es tan grande que recorren mil
pasos por segundo. Son los silfos de Paracelso y de
Gabalis.» La creencia en los silfos tiene evidentemente
su origen en las manifestaciones espíritas. Son Espíritus
de un orden inferior, ligeros pero afables.

SOMNILOQUIA (somniloquie) [del latín somnus: sueño, y
loqui: hablar]. Estado de emancipación del alma,
intermediario entre el sueño y el sonambulismo natural.
Los que hablan durante el sueño son somnílocuos.

SONAMBULISMO  (somnambulisme)  [del latín  somnus:
sueño, y  ambulare: caminar, pasearse]. Estado de
emancipación del alma más completo que el sueño.
(Véase Sueños [Rêves].) El sueño es un sonambulismo
imperfecto. En el sonambulismo la lucidez del alma, es
decir, la facultad de ver –que es uno de los atributos de
su naturaleza– está más desarrollada; el alma ve las
cosas con mayor precisión y nitidez. El cuerpo puede
obrar bajo el impulso de la voluntad del alma. El olvido
absoluto en el momento de despertar es una de las
señales características del verdadero sonambulismo,
porque la independencia del alma con respecto al
cuerpo es más completa que en el sueño.

SONAMBULISMO MAGNÉTICO  (somnambulisme
magnétique) o artificial. El que es provocado por la
acción que una persona ejerce sobre otra mediante el
fluido magnético que aplica en ella.

SONAMBULISMO NATURAL (somnambulisme naturel).
El que es espontáneo, produciéndose sin provocación ni
influencia de ningún agente exterior.

SUEÑO MAGNÉTICO (sommeil magnétique). Al obrar el
fluido magnético sobre el sistema nervioso, produce en
ciertas personas un efecto que se ha comparado con el
sueño natural, pero que difiere esencialmente de éste en
varios aspectos. La principal diferencia consiste en que,
en ese estado, el pensamiento es enteramente libre, el
individuo tiene una perfecta conciencia de sí mismo y el
cuerpo puede actuar como en el estado normal, lo que
demuestra que la causa fisiológica del sueño magnético
no es la misma que la del sueño natural; pero el sueño
natural es un estado transitorio que siempre precede al
sueño magnético: el paso del uno al otro es un
verdadero despertar del alma. Por esta razón, los que
por primera vez son puestos en sonambulismo
magnético casi siempre responden que  no a esta
pregunta: ¿Dormís? Y, en efecto, ya que ven y piensan
libremente, para ellos lo que hacen no es dormir, en el
sentido vulgar de la palabra.

SUEÑO NATURAL  (sommeil naturel). Suspensión
momentánea de la vida de relación; entorpecimiento de
los sentidos durante el cual se interrumpen las
relaciones del alma con el mundo exterior por medio de
los órganos.

SUEÑOS  (rêves). Efecto de la emancipación del alma al
dormir el cuerpo. Cuando los sentidos están
entorpecidos, los lazos que unen el cuerpo al alma se
aflojan; ésta, al volverse más libre, recobra parcialmente
sus facultades de Espíritu y entra más fácilmente en
comunicación con los seres del mundo incorpóreo. Al
despertar, el recuerdo que conserva de lo que ha visto
en otros lugares y en otros mundos –o en sus existencias
pasadas– constituye el sueño propiamente dicho. Pero
como este recuerdo es sólo parcial, casi siempre
incompleto y mezclado con recuerdos del estado de
vigilia, de ello resulta que hay interrupciones en la serie
de los hechos, lo que corta la ilación y produce esos
conjuntos extraños que parecen no tener sentido, como
si a un relato hubieran truncado aquí y allá trechos de
líneas o de frases.

SUPERSTICIÓN  (superstition). Por más absurda que sea
una idea supersticiosa, casi siempre se basa en un hecho
real, al que la ignorancia ha desnaturalizado, exagerado
o falsamente interpretado. Sería un error creer que
divulgar el conocimiento de las manifestaciones
espíritas es propagar las supersticiones. Una de dos: o
esos fenómenos son una quimera, o son reales. En el
primer caso, sería razonable combatirlos; pero si
existen, como lo ha demostrado la experiencia, nada ha
de impedir que se produzcan. Como sería pueril
declararse contra los hechos positivos, lo que es
necesario combatir no son de manera alguna los hechos,
sino la falsa interpretación que la ignorancia puede
darles. Sin duda, en los siglos pasados, tales hechos han
sido la fuente de una multitud de supersticiones, así
como todos los fenómenos naturales cuya causa era
desconocida; el progreso de las Ciencias positivas hace
que poco a poco vayan desapareciendo parte de esas
supersticiones. Cuando la ciencia espírita sea mejor
conocida, hará desaparecer las restantes. Los
adversarios del Espiritismo se apoyan en el peligro que
dichos fenómenos  presentan para la razón. Todas las
causas que pueden impresionar las imaginaciones
débiles pueden producir la locura; ante todo, lo que es
preciso hacer es curar el mal del miedo. Ahora bien, el
medio de lograrlo no es exagerando el peligro, al hacer
creer que todas esas manifestaciones son obra del
diablo; los que propagan esta creencia con miras a
fomentar el descrédito pierden completamente su
objeto, primeramente porque asignar una causa
cualquiera a los fenómenos espíritas es reconocer su
existencia. En segundo lugar, porque al querer persuadir
de que el diablo es su único agente, se afecta
peligrosamente la moral de ciertos individuos. Como no
pueden impedir que las manifestaciones se produzcan –
incluso entre los que no quieren ocuparse de las
mismas–, ellos solamente verán en su entorno y por
todas partes diablos y demonios, hasta en los efectos
más sencillos que han de confundir con
manifestaciones: esto sí que puede alterar sus facultades 65
mentales. Dar crédito a ese temor es propagar el mal del
miedo, en vez de curarlo. He aquí el verdadero peligro,
he aquí la superstición.

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